siempre duele mi ánima...
Me ha dejado…
…Sola. Pasamos un momento divino. Una hora de amor puro, acariciándonos, la piel suave y el soplo cortado. Paseando sus besos en mi cuello, sobre mis senos y mi vientre, sus dedos en mis labios y la otra mano en mi muslo, mirándome siempre con sus ojos negros y tan bellos, con la mirada ardiendo de un deseo ardiente. Mi alma empezaba a quemar bajo sus besos y caricias y palabras cuchicheadas cuyo soplo se iba sobre mi piel. Él me miró con lágrimas y volqué en el placer suave que subía en mi cuerpo.
Pasó su mano sobre mi vientre y puso su cabeza sobre mi pecho, los ojos cerrados. Yo escuchaba su respiración calma, como si fuera adormeciéndose. Un momento de plenitud extraordinaria, íntima. Yo me dejaba deslizar hacia la tranquilidad del alma. Nuestros corazones latían en la misma gama. Abrió los ojos y al levantar la cabeza ví una lágrima correr sobre su mejilla. Acerqué mi boca y la lamé tiernamente.
Se levantó de golpe y se vistió con prisa, balcuceando algunas palabras incomprensibles, amor, mujer, falta, alma, deseo. Me miró una última vez antes de salir, dejándome desnuda en la cama. Quedé así, sorprendida, apoyada en el codo para mirarle salir. Fue en este instante que entendí que mi corazón sería siempre lleno de tristeza y de amor para él.